31 de
diciembre
Soy el último
padre de occidente
después de mí, vendrán los maricones.
Aquellos que vienen por mi muerte
y la igualdad sexual.
Aquellos que tendrán los vicios más pequeños
Amar a una mujer y respetar al prójimo.
Mi cuerpo y mis
mujeres tendrán hasta la muerte
la loca algarabía de la creación.
Soy esto y
aquello, a cada instante, ustedes se imaginan.
Crezco como una ameba traicionera y fatal. Soy una mujer, en mi pija
están los olores del cuerpo de mi madre.
Mi padre lo sabe todo. Su apellido tiene el peso de mi nombre.
Soy el superhombre de mí, conseguí torcer mi destino. Muerte y locura
esperaban en cada encrucijada, a quien había nacido por amor a los
muertos. Mi vida habría de transcurrir sobre la superficie de una
cuerda tendida a tres mil metros de altura. La caída sería
estrepitosa.
La poesía es
sólo un ardid. En un momento fue preciso volar.
En su momento fue preciso vivir entre los muertos. Atarse con miserables
flores a sus cuerpos podridos y malolientes. Esconder la respiración,
el hálito vital, por respeto al dolor de los muertos.
El mar y el sol
eran nuestras ilusiones.
El psicoanálisis una buena promesa
Exigía la fragmentación de mi alma y su venta en pequeños trozos y a
bajo precio a un número infernal de personas desconocidas por un mes de
vacaciones a orillas del mar con los seres queridos.
Los seres queridos también me repugnan.
Y de lo que no puedo hablar, no puedo hablar y basta.
Que otros puedan lo que yo no puedo tampoco me interesa. El color de mi
sangre sólo sirve cuando mis ojos presencian su estallido. Digo, que
mientras exista una posibilidad, el goce será el goce de las
diferencias.
Dejémonos sentir
a cada cual lo suyo.
Que a cada cual le toque su pedazo de cielo y ningún otro.
Dejémonos vivir. Nos queda poco tiempo.
P.D.
Después de 23 años dejé de fumar cigarrillos negros y comencé a
fumar cigarrillos rubios.
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