ESPERANDO UN
MILAGRO
Estoy, en verdad, esperando un milagro. Y no sé si algo
ocurrirá.
Una vida casi sin misterios, mi vida es la vida de un trabajador.
Espero el mediodía y el mediodía llega, y como mi comida cocida
casi sin amor, con verduras cansadas y carne, tal vez, envenenada.
Después me limpio los dientes por consejo de una amante
madura
y sin decir palabra, porque el amor se quiebra en el espejo rasgado,
pago en Euros mi pequeña comida y vuelvo, algo sumiso, a trabajar.
En el camino me encuentro de golpe con alguna dicha y la rechazo.
La libertad me llama a los gritos, la pobre, alucinada y yo
no la oigo.
Escarbo en los bolsillos buscando una moneda para darle a un pobre
y encuentro pequeños pedacitos, trozos de recuerdos, donde el alma
perdida,
enamorada de sí misma, no tuvo amor ni odio, ni siquiera pan.
No encuentro la moneda y el mendigo se burla de mi
mezquindad.
¿No quiere que le preste, doctor, algunos céntimos? Mañana me lo da.
El hombre es delicado, se rompe al caminar, la noche le da miedo y
sin agua y sin comida, el pobre hombre muere igual que un animal.
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