ENCUENTRO ENTRE EL POLICÍA SABIO
Y EL JOVEN INEXPERTO
Cuando venga
la policía
y te quiera reprender
por fumar o por beber
en la puerta de tu casa,
tú le dices
que tu padre
ya te molestó con eso
y, encendiéndole un porrito,
le haces probar el vaivén.
Y el policía
sabio,
después de probar
lo que al jovenzuelo
no le parece mal,
asombrado le dirá:
Escúchame, chaval,
esta mierda
no es para fumar.
Vamos a
comisaría,
que te quiero denunciar
por bajar la calidad
de nuestra diosa María.
Vamos a
comisaría,
que te quiero hacer probar
una plantita casera
que no cuesta casi ná…
Tú la debes
cuidar
cual si ella fuera
orquídea misteriosa
o un niño casi Dios
meciéndose en tus brazos.
Cuando el sol
no se aguanta
tú deberás congelarla
y cuando el frío las mata
tú deberás abrigarlas,
darles calor con tu aliento
y valor con tus palabras.
Y, así,
crecerá
en el balcón de tu casa
una plantita de amor
y en menos de seis meses
tendrás sobre la mesa
mil flores de alegría
que te harán cantar mejor.
Escribir y
escribir
y, si lo deseas,
tocar el violín,
amar la belleza
y ser libre, por fin.
Y decirle a
ese hombre,
a esa mujer,
a aquel funcionario
y a un madero, también,
que en tu casa crecen plantas
que el amor
transformó en medicación.
Si tienes un
dolor
en el alma o en el cuerpo,
encuéntrate con María
y pronto comprenderás:
que la María te cura
si tú te quieres curar.
El joven,
asombrado,
preguntó por el sexo,
y el sabio policía
así le contestó:
Y cuando ella
decide
proponer el sexo,
el mundo se arrodilla
pidiendo perdón.
Y es tan
profunda su danza
y tan terca su razón
que el sexo lo rompe todo,
también nuestro corazón.
Que no hay
amor
que podamos oponer
al sexo, iluminado
por una pasión.
|