PEPE Y LA MUERTE
I
Fue una
esperanza vana
la ilusión de la muerte.
Ella no ama de mí
sino mi cuerpo.
Y al estar
hecho
todo de versos,
la muerte enamorada
partió sin mí.
Cuando vi
que la muerte se alejaba
tuve un temblor
de despedida.
Y llegué a
sentir
que la señora muerte
nunca jamás
volvería a besarme.
Mas comprendí
de pronto,
en un silencio,
que un día de gloria,
de dolor inevitable
de derrota o de triunfo
yo mismo iré a buscarla
y mirándola a los ojos
le podré decir:
El hombre
ha de morir un día
y yo, soy un hombre.
La muerte
miró para un costado
y comenzó a reír
mientras decía:
Tú no podrás
morir
tú no eres un hombre
tú eres un poeta.
Y desapareció.
Nadie lloró
el día de mi muerte
porque, en verdad,
al morir como hombre,
eterno en su decir
infinito en su tiempo,
nació un poeta.
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