POEMA
DEL VIVO
HOMENAJE A GABRIEL CELAYA
Fue un dolor
extremo,
sencillo, abierto a la desolación.
Había visto morir a un poeta de pobreza
y fue en España.
Después ya no sentí más nada.
Furtivamente rompí
las flores más bellas de mi jardín
y las cambié por rejas de hierro forjado.
Protegido de los periodistas
(no querían tomarme fotos entre rejas)
confeccioné mi primer verso:
“Después de mí, ningún poeta
morirá de pobreza”.
No lo juro,
lo escribo, lo balbuceo todas las mañanas,
trazo mil senderos de gloria
y los vendo a plazos para que nunca falte
un interés a mi favor.
Mascullo con fervor:
“Yo, también, lo dejé morir...”
Y el verso me condena a darme cuenta
que ya no queda tiempo para pagar tributo.
Y es por esas cosas sencillas de la vida
que os declaro la guerra
y sin dudar os digo:
“Vale más hombre vivo
que hombre fotografiado”.
Madrid, 18 de
abril de 1991
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