FREUD Y LACAN -hablados- 5

Miguel Oscar Menassa -2014

 


 MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DEL PLACER 

II

Cuando Freud define una situación deseante, la funda sobre una situación mítica, ya lo vimos en “La Interpretación de los sueños”. En esta situación, Freud dice: la energía de lo necesario es continua. Esa energía de lo necesario se caracteriza por interrupciones que corresponden a encuentros con objetos reales.

Freud, cuando plantea la situación deseante, la plantea míticamente. Mítico, porque el aparato psíquico que plantea, que formula el psicoanálisis, en su obra escrita, es un aparato psíquico que desea. Su fundamento es el deseo.

Por lo tanto, cuando yo me propongo averiguar el origen de ese deseo, estoy haciendo metafísica. Es decir, estoy haciendo mitología.

En ese origen mítico del deseo, Freud dice, que se señala la huella del objeto que calma de necesidad, porque la necesidad se calma con un objeto real, y que, a partir de ese momento, a partir del momento que coinciden en el sujeto, la huella mnémica de la necesidad, con la huella mnémica del objeto que sacia la necesidad, será esa la primera experiencia de placer del sujeto.

Entonces, a partir de ese momento, donde hay como una conjunción, una articulación de esas dos huellas mnémicas, la de la necesidad y la del objeto que la calma, acontece la primera experiencia de placer. 

Ahora, dice Freud, cada vez que surja la necesidad, surgirá conjuntamente con la fuerza de la necesidad, una fuerza que intentará, no ya saciar la necesidad con el objeto, sino que intentará reproducir la primera experiencia de satisfacción.

Esa carga aliada a la necesidad es, en este texto, lo que repite. Lo que repite es la tendencia asociada a la necesidad que tiende a llevar al aparato a aquella primera experiencia de satisfacción, que nunca logra, que no puede conseguir. Eso que me permite vivir, y que nada logra, es el deseo.

Es decir, que no es necesario romperse la cabeza con los textos de Lacan. Por lo menos, no para esto. Es necesario romperse la cabeza con los textos de Lacan para otras cosas, pero no para decir que el deseo no tiene objeto. Tan invisible es su objeto, que su objeto en realidad es su tendencia a lo que no podrá, es decir, a la repetición.

Y no podrá, porque es mítica, porque la situación que yo genero para pensar el deseo, es mítica. Entonces, cuando el deseo tiende, tiende a una situación mítica. Veremos que más adelante, eso, será el fantasma.

¿Ven como hay una ilación entre todas las palabras antiguas y nuevas, o modernas del psicoanálisis? No son inventos. Las proyecciones nuevas en psicoanálisis parten de estos pronósticos teóricos, o crisis teóricas planteadas por Freud en estos textos.

Pregunta: O sea, que el aparato psíquico tiende hacia atrás a una experiencia primera de satisfacción. Esa experiencia primera de satisfacción es mítica.

Respuesta: Diga “tiende a repetir”, no hacia atrás. Es mítica, claro, porque yo conozco el aparato deseante, pero… ¿Cómo me introduzco en el tema? 

Razonen. No aprendan nada. Traten de razonar, traten de utilizar el precioso aparato que tienen con ustedes.

En los neuróticos, el aparato psíquico está constituido ¿Cuál es la materia prima? La materia prima es el discurso onírico, pero para que haya discurso onírico, tengo que soñar, y después tengo que contar el sueño. Un desarrollo psíquico absoluto, definitivo.

El psicoanálisis no toma la materia prima de periodos evolutivos. Ustedes saben que después, el psicoanálisis de niños va a ser una cosa muy cuestionada. En tanto arma una fenomenología que el psicoanálisis ya conocía, pero por otro lado inventa el tratamiento de niños, que algunos psicoanalistas creemos que es una grosería.

Es decir, que no le interesa el origen. No digo que un marxista no se pueda poner a pensar en el origen de la sociedad capitalista. Pero en realidad es metafísico pensar el origen de la sociedad capitalista. Porque no hay instrumentos teóricos para pensar ese punto de transición. Hay instrumentos teóricos para pensar un corte teórico, perfecto, de la sociedad capitalista, donde se dan todos esos condicionamientos. Entonces, ahí si funciona la teoría del valor. Marx mismo lo decía: subsisten las sociedades anteriores.

Bueno, nosotros estamos ahora en condiciones de comprobar que no solamente las sociedades anteriores, las civilizaciones anteriores, también y no hace falta irse a una tribu de La india o de Sudamérica, en cualquier bar de Madrid, uno encuentra la prehistoria, el paleolítico, el paleolítico superior...

Entonces, habría un nirvana en esta primera teoría freudiana, un estado de nirvana, un estado tal que sería inalcanzable porque sería la muerte, la quietud total.

La vida en ese momento es el nivel de fracaso de la tendencia a reducir todo el organismo al Nirvana. Si hacemos un gráfico, es la nada de donde provengo, y el intenso sentido es hacia esa nada, hacia esa quietud, hacia ese nirvana; la diferencia, lo que no me deja llegar ahí, eso es la vida. Lo que no me deja llegar exactamente a donde va la tendencia, esa es la vida del hombre.

Entonces, el principio del placer tiende a restituir el equilibrio, pero nunca del todo, porque el todo es el Nirvana, la muerte.

El principio del placer, cuando siente un aumento de energía la descarga para restituir el equilibrio. Pero no restituye el equilibrio. Entonces, ese fracaso en la restitución del equilibrio del principio del placer, es la vida.

Como ustedes ven, he desarrollado la teoría psicoanalítica sin mencionar la pulsión de muerte. Hay una experiencia de satisfacción, hay un intento de repetir la experiencia de satisfacción, y hay una teoría que explica y dice: hay dos principios, uno de placer y otro de nirvana. El nirvana es lo que montado sobre esa experiencia de satisfacción tiende a restituir la pieza aquella, imposible.

Pero además, a partir de ese momento, se hace imposible restituir el equilibrio. Y esa es la vida del hombre. El deseo, por lo tanto, era solamente Eros, porque era la tendencia a la expresión, como bien lo dice en “La interpretación de los sueños”. Porque si nosotros hacemos un recorrido de las tres o cuatro tesis que hay sobre lo mismo, vemos cómo él va formulando diferentes tesis, comienza diciendo: “El sueño tiene sentido”, “El sentido de los sueños es una realización de deseos”, “El sentido de los sueños, después de ser interpretados, es una realización de deseos” y por último: “El sentido de los sueños es una realización disfrazada de un deseo sexual, infantil, reprimido”.

Con lo cual ciñe, en la última tesis, el objeto del psicoanálisis, es decir, el inconsciente. Pero no cualquier inconsciente: el reprimido. Funda como concepto base de la teoría psicoanalítica, uno de los conceptos fundamentales, la represión. 

Es decir, sin el mecanismo de represión es absolutamente imposible explicarse el resto de los acontecimientos.

En “Más allá del principio del placer”, él propone un más allá de algo parecido a lo que ya dije. En el sentido de que no es que se repite en el intento de alcanzar la primera experiencia de satisfacción, de alcanzar el nirvana, sino que se repite en la búsqueda del no ser.

Entonces, aquí se plantean dos hechos filosóficos, a mi entender fundamentales y que ya los he tratado en otras clases.

Y que son la doble carencia, si se trata de alguna carencia, que no es la de la madre, como se anda diciendo por ahí, sino que son dos agujeros que tiene el ser humano, el sujeto psíquico: que antes de nacer, no era y que después de morir, deja de ser.

Con lo cual se agrava la situación en los celos primordiales, que son celos primordiales y celos finales. Porque al nacer, tengo que rendir cuenta de lo que era sin ser yo, y cuando muero, tengo que dar cuenta de lo que será sin ser yo.

Ustedes recuerdan el gráfico lacaniano, muy bonito, muy sencillo, de la fase del espejo. Cuando el niño se encuentra con el objeto que calmaría su necesidad no puede cerrar el círculo, esa es la fase del espejo.

Al no poder cerrar el circuito de lo necesario, se dice: el sujeto habla. Es decir, el niño, en la fase del espejo, es un mono imperfecto, porque el mono de su misma edad puede alcanzar el plátano a la distancia del espejo, mientras que el niño, no podría alcanzar el alimento a la distancia del espejo.

En esa precocidad el niño se funda, en esa carencia, en la imposibilidad de cerrar el circuito de lo necesario, que cierra con la palabra.

A mi entender, eso es así antes de “Más Allá del Principio del placer”. En “Más Allá del principio del Placer”, sería: el sujeto doblemente carente, que no era y que no será, resuelve no pudiendo cerrar el circuito de lo necesario.

Ese sujeto biológico, que le tocará saber que morirá, no podrá cerrar el circuito de la necesidad. Después es verdad que el no cierre del circuito de la necesidad inicia el lenguaje, en el intento de abrochamiento, o de cierre.

Freud se mete en un montón de especulaciones en este texto, de las cuales, yo no me pienso salvar de ninguna, en el sentido de que mis reflexiones, son con mi imaginario, no con el imaginario de Freud. Una vez planteada esta situación, está toda la diferencia técnica de pensar que el sujeto repite el pasado, o que el sujeto repite el futuro.

Porque si el sujeto repite la primera experiencia de satisfacción, repite el pasado. Pero si el sujeto repite su propia muerte, en realidad, repite el futuro.

Heidegger no explicó muy bien porqué el ser es un ser para la muerte. El que lo explica bien es Freud, con la articulación del deseo en “Más Allá del Principio del placer”.

Y después, hay otro paso más, porque si en 1900 el deseo no tenía objeto, como vimos, fuimos a “La Interpretación de los sueños” y ahí vimos que el deseo no tenía objeto. Entre el trabajo de “Más Allá del Principio del placer” y el trabajo del “Yo y el Ello”, del “Superyó”, Freud instaura que tampoco tiene signo el deseo. Es decir, que así como no le interesa encontrarse con uno u otro objeto, tampoco le interesa realizarse sobre Eros o sobre Tánatos.

De ahí que se diga, y Lacan lo dice, que la ética del inconsciente es no tener ninguna.

Y para que no anden haciendo locuras esta noche, estamos hablando del sistema inconsciente, no estamos hablando del aparato psíquico ni del sujeto psíquico. Porque el aparato psíquico, después, no tiene Yo, tiene pre-consciente, tiene mecanismos defensivos que no le permiten al sujeto que su ser sea sólo un ser para la muerte.

Entonces es cuando Lacan dice: “Lo más resistido en Freud es el complejo de castración y la pulsión de muerte, eso es lo que irrita”. Freud mismo lo dice: “lo que más irrita a las personas es esta pulsión de destrucción que conjuntamente con Eros van edificando el destino de nuestra vida.”

Pero a mi entender, la duda que les plantea a los profesionales del psicoanálisis toda esta cuestión, es una duda teórica acerca del concepto de represión, en tanto no hay nada más parecido a lo no representable que el inconsciente, después de la represión. Sólo después de la represión es no representable, como la misma muerte lo es para cada sujeto. Si hay algo de lo cual el sujeto no puede tener representaciones, es de su propia muerte.

Ese “no representable” para decirlo de alguna manera, que ya será vivido en ese futuro anterior en cada sujeto, es lo que genera la tendencia, la búsqueda de lo que no es en cada ser.

Lo que no es en cada ser –viene a resultar de lo que estoy diciendo–; lo pasamos a discusión si quieren, es la propia muerte.

Está claro que el ser para la muerte se puede transformar en manos de un idiota en el ser con la muerte, o en el ser con algunos de sus sustitutos: la locura o la enfermedad, la marginalidad, la opresión.

El no ser que plantea la muerte, puede ser transformado por el existencialismo en el ser nada. Pero el ser nada, es demasiada plenitud por ser, para representar ese agujero, que no es. Ni siquiera nada, que no es. No es la nada lo que se plantea en el mundo finito de Einstein, es el vacío de vacío.

No es la nada, es más que la nada. Si el universo fuera finito, como decía Einstein, quiere decir, que yo puedo llegar a tener una imagen especular del universo, puedo llegar a tener una imagen especular del vacío que se genera en la finitud del universo ¿Ven que no es la nada?

Con el sujeto psíquico pasa lo mismo. No es la nada, es el no ser. Es la muerte como apertura a lo humano y apertura al Goce.

Un paréntesis: Ustedes saben que el Goce es el motor de toda la experiencia. Si no lo saben, lo pueden ir sabiendo, y si lo leen por ahí y no lo pueden creer, rápidamente pidan más horas de psicoanálisis, porque el asunto va muy mal.

Prométele gozar a un moribundo, y no morirá. Pero claro ¿quién le promete a un moribundo gozar? Es difícil.

No hay otro motivo para vivir, no hay otro motivo. El hombre genera iglesias, rituales, para gozar. Mata, para gozar. Es decir, realiza un sinfín de actividades. Construye la cultura, equivocadamente, para gozar.

Bueno, parece que es absolutamente imprescindible para el ser humano, para el sujeto psíquico. Lo es sólo después de concebirse como mortal.

Y volviendo a clases anteriores, el juego de la inmortalidad se daba en el sujeto infantil en brazos de su madre. Él, ahí, era inmortal.

La tendencia común a la inmortalidad en los intelectuales es la sustitución de un retorno a los brazos de la madre, la fase narcisística, o la célula narcisística, donde realmente uno es inmortal. En tanto no está la muerte concebida como posible para el sujeto humano.

Toda interrupción, porque es interrupción del placer, representa el Goce. Así como la acción era desencadenada por una detención del pensamiento ¿recuerdan? La negación.

La acción se producía por una detención del pensamiento ¿Y cuándo se detenía el pensamiento? Cuando había discernimiento, cuando había juicio. El juicio detenía el pensamiento y hacía acción. Es decir, que la acción, lo positivo, se producía mediante una interrupción de lo que “era”, porque lo que “es” en realidad es el pensamiento.

No es ni la acción ni el pensamiento, pero lo que “era” se interrumpía para pasar a ser acción social.

El placer, la tendencia al equilibrio, cada vez que se interrumpe -y es la muerte la que interrumpe- produce goce.

Es estrictamente revolucionario el goce, porque implica la muerte como concepción e implica al otro. Es decir, implica el mundo terráqueo, es un terráqueo; el que goza es un terráqueo, un ser de la tierra. Lo otro no es el otro; lo otro es lo extra-terráqueo. Pero para ser un terráqueo se tiene que conformar con ser un elemento transitorio de la cadena.

Es decir, la inhibición se produce en este lugar, por eso que es importante este trabajo, que para su lectura y su explicación, yo preferiría que ustedes encuentren en el texto estas cosas que yo les digo que hay en el texto, más allá de leer el texto.

Entre la mujer que no quiere envejecer, y el hombre que no quiere morir, eso es todo el drama del hombre. Y la única ventaja verdadera que tiene el hombre sobre la mujer es que él ya acepta envejecer, sin aceptar todavía morir.

El psicoanálisis a lo único que te puede enseñar es a follar. Lo digo así fuerte para que se entienda exactamente lo que quiero decir. Lo único que arregla el psicoanálisis es la sexualidad, se trate de la que se trate. Si uno tiene su sexualidad escribiendo, tendrá inhibiciones ahí.

No puede arreglar otras cosas. Todo lo contrario, te ciñe a lo que realmente eres: una pequeña mierda en una generalidad inmensa, en un universo de estrellas, de galaxias y de pensadores y pensamientos y bibliotecas llenas de porquería.

Te dice: si usted acepta esto, puede pasárselo más o menos correctamente.

Es interesante, porque ni siquiera previene la enfermedad el psicoanálisis. Eso es un error, creer que porque me psicoanalizo ya no me pasa más nada en la vida.

Bueno, lo terrible es que uno no deja de hacer nada. No deja ni siquiera de practicar los lugares traumáticos: al tiempo vuelve al lugar traumático. Lo que pasa es que ya no es traumático. Porque no solamente el delincuente vuelve al lugar del crimen, cada uno de nosotros vuelve –si no puede en la realidad, en su mente– al lugar del crimen, del dolor, de la desesperación.

Se plantea una cuestión básica: sin psicoanálisis no se puede. Es decir, después de este texto, todo lo que hagamos sin psicoanálisis es mediocre. Es mediocre porque el hombre solo no puede llegar a estas conclusiones.

Yo no estaría aquí a los cuarenta y cinco años, hablando tan tranquilamente de mi muerte si no me concibiera protegido por las leyes que en psicoanálisis atribuyen a lo imaginario para representarse lo no representable, digamos.

Para saber, dice el psicoanálisis, uno tiene que llegar a la mutilación o esperar la vejez. Y ustedes creen, y hasta yo creo que podemos saber; y algunos de ustedes, me atribuyen la condición de sabio cuando sabio solamente se es a punto de morir, o ya muerto, sino, no se puede ser sabio.

Porque el psicoanálisis abre un campo ideológico nuevo que es el de un saber no sabido por el sujeto. Entonces, no se puede ser sabio. Se puede ser sabio cuando se decide dejar de vivir.

El psicoanalista bien pagado, es, dos o tres veces por día, sabio. Si se le paga bien, si realmente deja de vivir, que es muy difícil.

Si a Menassa lo tienes una hora sin decir ni una palabra, te lo cobra en oro o no se calla. Una hora callado Menassa, ¿sabes lo que es eso? ¿Una hora callado? Lo puedes llegar a matar.

Entonces, el tipo soporta ese dolor, pero si le pagas, ahí, el psicoanálisis adquiere su verdadera dimensión. No cuando tienes que aplacar nada. Cuando tienes que aplacar realmente una vida, es cuando el psicoanálisis cobra dimensión de psicoanálisis.

Si el psicoanalista nunca se psicoanalizó, nunca cumplió con nada en su vida, eso quiere decir que escucha cualquier cosa; no se genera en ese vacío ninguna transferencia.

Porque el psicoanalista no puede, pero tendría que poder, dice Freud. Tendría que poder: “Mire, lo que yo anulo para que usted sea, es mi vida, que es de lo mejorcito, que no se la cambio por la suya ni hablar”. Eso tiene que quedar claro, que yo voy a anular una hora de mi vida cada vez que él venga, y que además, yo mi vida no se la cambio por la suya, ni que me apunte con un revólver.

Pero sin embargo, la entrego a esa ceremonia. Eso es lo que se paga, esa entrega, ese amor, porque el tipo se entrega a esa ceremonia, pero después no capitaliza los resultados, se queda sin los resultados.

Eso es un trabajador, no es un capitalista. Es un trabajador porque se queda sin los resultados. Sólo se queda con el dinero de su hora de trabajo, pero con el efecto-producto de su hora de trabajo, la transformación del sujeto, eso se lo come el sujeto.

Yo hasta que no llegue a los derechos sociales del psicoanalista, no paro. El psicoanalista tendría que tener derechos sociales, vacaciones, salud… La salud mental del psicoanalista no la protege nadie ¡Qué barbaridad!, claro, depende de él, depende de sus propios vicios, de sus propios entretenimientos. No hay social para él ahí, ahí es un ermitaño.

Sin este asunto de la muerte, no habría humor, los animales no tienen humor, el humor es una cosa que acontece en el hombre por la presencia de la muerte, sino para qué el humano, para qué el chiste.

Publico: Los humanos se suicidan, escriben libros…

Claro, ese narcisismo del suicidio, se dan cuenta ahora de que es un narcisismo, por lo menos están más en condiciones de darse cuenta. Cómo el tipo rompe la máquina humana. El tipo mata antes de que le toque la determinación de la máquina. Mira qué narcisismo, qué soberbia. Ser más fuerte que esa tendencia. Esa tendencia a restituirse. Ser el comandante de esa tendencia.

Claro, qué pedantería. Es un pavo real el suicida. Por ejemplo, es muy interesante esto que digo, porque en la hipocondría es muy difícil que un terapeuta, un psiquiatra, un médico, se anime a pensar que eso es el instinto de destrucción en una personalidad todavía sana. Porque el hipocondríaco es como un jugador: ahora el brazo, ahora la pierna, ahora el hígado, ahora el estómago. Y nunca es nada, por eso es hipocondríaco. Si es algo, ya no es hipocondríaco, ya es psicosomático. 

Es decir, que es como el tipo va pulsando la pulsión de muerte como jugando, como si la detuviera: acá te entrego el brazo, le dice, acá te entrego el hígado. Que dentro de todo es una entrega, pero parcial, a la muerte.

Digo, porque los hipocondríacos en el tratamiento psicoanalítico, si el psicoanálisis tiene en cuenta y le ha sido interpretada al psicoanalista en su análisis la angustia de castración y todas esas cosas, los tratamientos van muy bien. Son pacientes rechazados por todos los médicos y que en psicoanálisis van muy bien.

Pregunta: ¿La psoriasis es una enfermedad psicosomática?

Respuesta: La psoriasis. Si, pero muy complicada, en el límite con el cáncer está esa enfermedad. Te digo para su manejo, muy delicado, muy delicado es.

Pregunta: Es que yo conozco un caso donde el médico no le daba ninguna esperanza.

Respuesta: Ahora, ustedes saben que esto no es psicoanálisis, es psicoanálisis aplicado. Son los bordes del psicoanálisis. Yo estoy haciendo unas experiencias muy, pero muy terribles en ese sentido. En el sentido de que son fuertes, es una experiencia fuerte con enfermos graves.

Dos o tres enfermos tengo, enfermos del cuerpo. Es grave porque ellos ya habían entregado el cuerpo a la medicina, y ahora tengo que hacer que se lo entreguen al psicoanálisis, que se lo entreguen al alma. Ellos tienen entregado el cuerpo a la medicina, el cuerpo de ellos es biológico, es una cosa, es una dureza… pero son muy interesantes las transformaciones que se dan, muy interesantes.

No hay más que ser pionero ahí, porque lo que se ha hecho hasta ahora se ha hecho con engaño. Se ha hecho “como que” hay enfermedades orgánicas que tienen componentes psíquicos. Ahí se ha trabajado. Y no es así. Nosotros pensamos que la determinación es psíquica, que si no hay desorganización psíquica, no hay cáncer, eso pensamos nosotros. No son factores psicológicos. Hay que tener determinación psíquica pensamos nosotros. Y es la primera vez que se está haciendo, y es complicado.

Cuando Freud en 1898 escribe “Psicopatología de la vida cotidiana” –que lo pueden leer en cualquier momento– es muy interesante ver como desde “Mas allá del principio del placer”, se puede explicar cada acto sintomático: el olvido de las llaves, hago así y tiro el cenicero, se me cae la Coca-Cola, todos esos actos, pueden ser convalidados por el instinto de destrucción, cuando en aquella época eran explicados por la oposición de dos deseos. Un deseo preconsciente y uno inconsciente, y la transacción entre un deseo y otro formaba el síntoma.

¿Tienen la revista Leyendo a Freud 1 y 2? El que no la tiene, por favor, la puede comprar, porque hay una cosa interesante, en la Editorial dice algo sobre la transferencia que es relativo a la pulsión de muerte, en el sentido de que la transferencia sería el desarrollo de su futura dilución. Que la transferencia no sería la repetición de estructuras pasadas, sino que la transferencia sería el desarrollo de su futura dilución. Y esto es de lo que estamos hablando.

No es que él viene y me transfiere a mí, y empezamos a vivir estructuras pasadas. No, sino que él viene y vive un proceso totalmente novedoso conmigo, y que tiene que ver con sus relaciones familiares, pero que está determinado –eso que es como es– está determinado por cómo va a terminar la relación entre el psicoanalista y el paciente. Es decir, su futura dilución. Que está determinado desde el futuro, no desde el pasado.

Pregunta. ¿Se puede hablar entonces de dividir Eros y Tánatos como dos fuerzas diferentes, actuantes?

Respuesta: Son dos fuerzas diferentes. Dos fuerzas diferentes, además, que en “El Yo y el Ello” Freud lo explica de una manera contundente: Si se separan, hay un lío. Si se separan para anularse una de las dos, ahí hay un problema, se instala la enfermedad. Para que no haya enfermedad tienen que estar enlazadas las dos. Todo acto erótico, tiene pulsión de muerte, y todo acto mortal, tiene pulsión sexual.

Pregunta: ¿Sería una especie de principios contrarios marxistas?

Respuesta: Sí. Más todavía, porque después el deseo, cabalgando, tratando de expresar lo positivo, se monta sobre la pulsión de muerte. Tienen esa libertad, no pueden dejar de coexistir, pero tampoco es “a medias”. No es a medias, digamos, pero es así, son dos fuerzas.

Además, él dice: la pulsión de muerte tiende a la dehiscencia del ser, a la desunión, mientras que la pulsión erótica tiende a la unión. Por eso que hay un desprendimiento en Freud muy interesante, donde el amor sería un sentimiento de la especie, no del sujeto psíquico, sino del sujeto de la especie.

Que lo padece el sujeto psíquico, porque el amor es la tendencia a la unión, a la procreación. Sin amor, no habría procreación, dice Freud. Entonces, ese es un sentimiento más bien de la especie, aunque lo padezca el sujeto psíquico.

Porque después el amor que tiene un sujeto psíquico, no tiene nada que ver con juntarse con una persona. El amor que tiene el sujeto psíquico es la recuperación de la madre. Ese es el amor del sujeto psíquico ¿ven que no sirve para procrear?

El amor del cual hablamos: “te amo, ven conmigo, vámonos juntos”, ese parece que tiene que ver con la especie. El otro no, el otro es precisamente lo que hay que superar para que acontezca el deseo.

El amor es con la madre. Es la horda del placer, el amor. Es obstáculo para el deseo, el amor. Como bien cuentan las parejas: “Yo la amo, pero no me la garcho”. Por lo tanto, que si esto es así, también se entiende el encuadre psicoanalítico. ¿Por qué el encuadre psicoanalítico tiene que ser tan quisquilloso, tiene que ser tan pulcro, tiene que ser tan…

Porque se trata de darle al paciente el espacio para que viva estas situaciones sin intervención, o con la menor intervención del psicoanalista.

En tanto Freud no se cansa de decir que la transferencia se genera espontáneamente.

Que el único trabajo en realidad es la interpretación, porque la cura a mí entender, Freud no lo dice pero lo digo yo, también es algo que se genera espontáneamente. Lo que no se genera espontáneamente es la interpretación.

Estamos viendo una psicosis moderna, muy moderna. Muy interesante. Digo moderna porque es diferente a las psicosis aceptadas años atrás, donde el sujeto, el único lugar donde pierde su coherencia, su realidad, es cuando no consigue interlocutor. Gente moderna, mis hijos mayores o los hijos de la gente entre 50 y 60 años. Y es muy interesante lo que se genera en ellos en psicoanálisis. El simple hecho de que alguien los escuche transforma la psicosis, miren lo que estoy diciendo, en ciertas incomodidades familiares o de crecimiento.

La psicosis, lo que ayer era un brote psicótico, el hecho sólo de establecer el contacto psicoanalítico, tener los horarios, saber que va a ir dos o tres veces por semana a hablar con una persona, ya eso modifica el cuadro clínico.

Modifica el cuadro clínico, es otro cuadro clínico; si lo ve un psiquiatra la semana anterior lo interna, y si lo ve la semana siguiente, le puede recomendar tratamiento psicoanalítico ese mismo psiquiatra.

Entonces, esto para decir que la cura, a mi entender, también se da espontáneamente; no sólo la transferencia, sino el hecho mismo, lo que le cura al sujeto es que haya alguien que esté escuchando atentamente lo que le sucede, lo que le ocurre.

Y esto antes de que intervenga. Cuando interviene el psicoanalista, comienza el psicoanálisis, pero la cura ya comenzó antes, la transferencia ya comenzó antes, son cosas que se generan espontáneamente.

Por eso que yo siempre digo que es muy importante averiguar a quién va a ver cuando va al psicoanalista, porque si yo le hablo como el Dr. Menassa, y el tipo vino a ver a su tío Joaquín Echevarría Fernández, el tipo no escucha ni una sola palabra.

La histérica viene a ver siempre a su madre, a que le diga por qué es, cómo es, por qué ella es una mujer y por qué hay hombres en el mundo. Entonces, si no le habla la mamá, no escucha.

Por eso que toda interpretación salida de contexto es una agresión, porque cuando uno cuenta, dice: “me lo dijo mi psicoanalista”, no dice: “me lo dijo mi tío Joaquín”. Entonces le dicen ¿Cómo, tu psicoanalista te dijo eso? Sobre todo cuando el psicoanalista es un psicoanalista, porque nunca te dicen “el médico”. Cuando te dicen “el médico”, es un consejo del médico.

Cuando digo que es muy fuerte atender enfermedades del cuerpo, es porque cuando se solucionan, cuando se le está curando la enfermedad que trajo, el sujeto, frente a la angustia, te amenaza con otra enfermedad. No sabe con qué amenazarte, no te dice: “Usted es un hijo de puta, me voy” no, no. Te dice: “Me enfermo ahora de este otro costado” Y tenía un cáncer así, y ahora lo hace así, más grandote. Es bravo.

Es transferencial, la segunda enfermedad es para el psicoanalista. Sobre todo cuando le curas la que trajo. Si no le curas la que trajo, el tipo dice que eres un incompetente y se va. El problema es cuando lo curas. Si lo curas, entonces, te hace otra enfermedad. O intenta hacértela; no siempre triunfa, porque una cosa es el deseo y otra es su triunfo sobre la realidad.

Porque por más que lo intente, si el psicoanalista interpreta esa intención, se transforma la intención.

Por eso que en un principio dije. La resistencia no es frente a la pulsión de muerte, sino frente al concepto que produce el concepto de pulsión de muerte y que es el concepto de represión.

Todavía los psicoanalistas tenemos miedo de jugarnos en una idea tal donde nuestro pensamiento, lo que piensa en nosotros, no es nosotros. Es todavía muy difícil para los psicoanalistas y para los pacientes.

El paciente va 30 minutos a su psicoanálisis, y sólo tres o cuatro minutos acepta la represión. El resto es racionalización, por más grande que sea el paciente. Racionalización es: negación de la represión, negación del inconsciente, negación de los procesos inconscientes reprimidos.

El tipo dice: “Acepto esta mole de calamidades sobre mí antes de transformarme, porque en la transformación tengo que aceptar la no-resolución de estos caprichos.” En el caso de la mujer, dice Freud, la envidia al pene, en el caso del hombre, la amenaza de castración.

Pero es muy interesante: es la muerte bajo esas formas. Ella, porque por más fatal que sea el triunfo, le salvamos todo el cuerpo, no perdió ni el hígado, ni el bazo, ni una teta, no perdió nada: pero no le creció el pene. Entonces, siempre hay una tristeza, una decepción, por más exitoso que sea el tratamiento.

Y en el hombre, el éxito del tratamiento, se ve nublado, dice Freud, porque el éxito es señal de que ese hombre se ha sometido a otro hombre. Entonces el éxito queda opacado, o se destruye el éxito, porque si tengo éxito convalido que mi psicoanálisis fue bueno.

¿Qué quiere decir? Que yo me sometí a esa palabra. Pero si no me sometí no pude haber perdido en ese momento, no pude haber sido castrado en ese momento, puedo ser castrado en el momento de la aceptación de aquel sometimiento.

La cosa es compleja, porque sin aquel sometimiento, que si no fue con mi padre tendrá que ser con algún psicoanalista, no entro en el capítulo del goce.

Gracias.

 

Índice Siguiente